Literatura Cronopio

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EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO

Por Daniel Bravo Villanueva*

«Me paran, siempre en la calle
Mucha gente que comenta
¡Oye Héctor! (huh) Tú estás hecho
Siempre con hembras y en fiestas.
Y nadie pregunta
Si sufro o si lloro
Si tengo una pena
Que hiere muy hondo»
(Héctor Lavoe)

 

Él, sí, él es mi hombre, gentil y muy buen ser humano, según dicen los que lo conocen, los que han hablado con él y que solo al verlo se sumergen en palabras categóricas, sin siquiera conocerlo o distinguirlo, pero ese es mi galán y así yo lo adoro. Este hombre que se rodea con toda la crema y nata de Bogotá, es digno de halagos por sus vecinos, de besos por cada mujer que daría lo que fuera por estar con él, o abrazos hipócritas de aquellos hombres que no tuvieron la dicha de ser como él, además de ser la imagen principal del padre responsable que muy pocas veces se observaba por el sector, pues nunca se había visto u oído ni por los chismosos del lugar, de un hombre que llevara a sus hijos al colegio todos los días y luego, hasta entrada la tarde, esperara en la puerta de la escuela montado en su carro última generación; e inscribirlos después en las universidades más caras y prestigiosas de la ciudad. Pero eso no tiene nada de raro, pues ese es mi hombre que entrega y da todo por sus seres queridos sin recibir nada a cambio, ¡lo amo tanto!

Él tiene una mujer bella y encantadora, la más linda de toda la ciudad. Todos los que dicen, susurran o suponen acerca de la suerte que pudo haber tenido por casarse con aquella mujer que iba a ser sin dudar la Señorita Bogotá 1996, pero que por cosas del destino no llegó a ser ni Señorita Chapinero. Todo eso tiene una explicación: es que ese es mi hombre, el más valiente y atrevido por haberse robado la flor más bella del jardín, el diamante más brillante sobre la faz de la tierra, ¡ay, como amo a ese idiota!

Él tiene un trabajo maravilloso, pues es cantante, y no común y corriente, no, el mejor de todos: interpreta baladas con su antiguo grupo de la universidad, cobran alrededor de veinte millones por cada show o concierto, no sé cómo le dicen, pero es increíble, es que ese es mi hombre, el bendecido por Dios de tener una voz tan privilegiada, dejando a más de una arpía maravillada por su canto.

Frecuentemente aparece en los noticieros rescatando animales de su extinción en los manglares del Amazonas, participando en cada concierto a beneficio de miles de fundaciones, recorriendo varias partes del país, cargando sobre sus hombros cientos de mercados donados por él a las familias más vulnerables de la periferia nacional. ¡Ay! es que ese mi hombre, el buen samaritano. Él debería ser el presidente de nuestro país, pues personas con tan buen corazón siempre tendrían que gobernarnos.

Usualmente me envía cartas y fotos con su familia y orquesta, recorriendo todo el mundo y a veces me manda obsequios, me acuerdo cuando viajó a París y me trajo un gran paquete de chocolates y varias fotografías de él almorzando al lado de la torre Eiffel, o cuando estuvo en Nueva York y me regaló unos discos originales de Héctor Lavoe y Willie Colón. Esa noche fue encantadora, pues mientras que El Cantante sonaba en la vieja radio del motel, nosotros hacíamos el amor.

No mucho nos vemos, pues él siempre anda ocupado y trata de escaparse de todos para llegar a mí, entonces acordamos vernos en los moteles del Restrepo. Siempre me dice que aguarde en el semáforo de la Caracas y que esté atenta a un motociclista de casco rojo, y ese sería mi amado. Luego aparca en la entrada, ingresamos al edificio y como siempre me pide que sea yo la que encargue la habitación, mientras él se hace el loco para no mirar al que atiende, subimos de la mano, me abre la puerta como un caballero y nos acostamos en la cama, tenemos sexo, tomamos aguardiente que yo escondo en mi chaqueta, hablamos de su vida, algo corto de la mía, después volvemos a coger y dejo que todas sus malas energías salgan y entren por mi cuerpo, al menos en los siguientes veinte minutos que mi galán aguanta, al final debo fingir los orgasmos pero esa cosa bella lo vale todo, luego de un rato nos vamos, el príncipe se despide de su muñeca rota con un beso en la mejilla y saca de su bolsillo los mismo seis billetes de cincuenta mil, yo finjo sonreír, el hace lo mismo, se pone su casco y se va de nuevo, dejándome como a la misma puta que espera un taxi para su próximo cliente como todos los viernes.

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* Daniel Andrés Bravo Villanueva (Soacha, Cundinamarca) es estudiante de Trabajo Social de la Universidad Uniminuto. Ha publicado cuentos en diferentes medios virtuales y en una antología publicada por la editorial ITA. Participó como ponente en el IV Encuentro Regional de Investigación ERI-2019, con la ponencia «Las literaturas soachunas, elementos de la comunicación para el cambio social» con la que se obtuvo el segundo lugar en el encuentro.

 

2 COMENTARIOS

  1. Bien Daniel. Un Bravo usted pa la creación literaria.
    Un abrazo desde las montañas, dónde están confabulando nuevas historias y también haces parte de ellas.
    Posdata: se trata de una Ecoaldea no de un campamento de esos de Omar Cabezas.

  2. Felicitaciones Daniel, siempre has sido un parcero ejemplar, te dejo mi comentario haciéndote saber que lo leí y me genera mucha felicidad verlo haciendo algo que le gusta.

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